Me gusta la muerte
porque ante ella
los tiranos
quedan reducidos a la nada
y terminan siendo
un cadáver maloliente
y polvo olvidado.
Me gusta la muerte
porque
ante su inevitable presencia
no valen los autos japoneses
ni las tarjetas de crédito.
Es interesante
la muerte,
porque ante ella
el cruel torturador
clamará agónico
por un segundo
más de vida.
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