HERMANOS MAPUCHES

sábado, agosto 23, 2008

EL CANCER DE MONSEÑOR






La ciudadanía de Talca se ha enterado por palabras de Monseñor Carlos González,nuestro Gran Obispo Emèrito,que sufre de metàstasis al hígado,en fase avanzada.

Conocido ya el estado de salud de nuestro querido Obispo Don Carlos , entrego estas simples reflexiones ante la necesidad de reflejar emociones acumuladas en días compartidos con él en diversas situaciones. Sacerdote a cabalidad, un hombre enamorado profundamente de su Iglesia. Un Pastor que entendió vitalmente su misión de cuidar y sobretodo proteger a sus ovejas más vulnerables y frágiles: los sencillos de cada día. Un hombre que nos entregó temple y valentía en tiempos en que la cobardía era más fácil de asumir. Cientos de sonrisas son hoy posible gracias a su tesonera defensa de la vida cuando la noche negra del terror desatado nos invadió destrozando vidas y proyectos. Hombre de pocas palabras, pero a la vez profundo en sus reflexiones y orientaciones, siempre atento a mostrarnos caminos de búsqueda del Señor de la Vida. Junto a muchos jóvenes de entonces, compartimos con él campamentos, retiros, misiones, encuentros, convivencias, liturgias donde siempre nos dejaba una enseñanza y una luz para nuestros pasos. Hombre y sacerdote de nuestros tiempos, impregnado de los dolores y angustias, de los sueños y esperanzas de su rebaño encomendado a su custodia. En los aciagos días del terror, una cosa era clara para nosotros, con Don Carlos nos sentíamos seguros y con la convicción plena que él haría lo humanamente posible por resguardar nuestras frágiles vidas ante el poder demoníaco de entonces. Siempre nos motivaba a superarnos, a creer en nosotros y a descubrir el humilde rostro de Dios en medio de los acontecimientos de cada día. Pastor y sacerdote, guía y conductor que nos hacía creer en días mejores y tiempos más buenos. Dejo estas palabras plasmadas aquí y ruego al Señor que lo cuide y lo proteja y nos regale el don de tenerlo por mucho tiempo más entre nosotros. Lo espera una morada luminosa, con praderas y montañas, con cascadas y planicies verdes, con cánticos y alegría indescriptibles, pero por ahora nos acompaña con sus oraciones por esta Patria y esta Iglesia que tanto ama. Que el Dios de la Vida lo colme de bendiciones. Agradezco su preocupación, su ternura, su mansedumbre, su paciencia, su perseverancia, sus orientaciones para aquellos que hace 30 años soñábamos con un país más humano. Un hombre simple de palabras breves…”Tres cosas...Amen Jesucristo, a la Iglesia y a los pobres…Hasta luego”, nos decía cada vez que nos reunía a su alrededor como un padre reúne a sus hijos bienamados.

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