HERMANOS MAPUCHES

sábado, junio 21, 2008

LA SABIDURIA

En el sitio del Senador Flores està una reflexión sobre la sabiduría.Interesante y aquí està un breve extracto de ese artículo

Sabiduría es el ideal de una vida lograda: no porque uno hubiera triunfado en la vida, lo que sería arribismo, sino porque habría realizado su propia vida. Es, desde los griegos, la finalidad de la filosofía. Sin embargo, sólo es un ideal, del que también importa liberarse.

Obra de Rafael Olbinski. Sabio es quien no tiene necesidad, para ser feliz, de mentirse, ni de contarse cuentos, ni siquiera de tener suerte. Se diría que se basta a sí mismo, y por eso es libre.

El verdadero sabio no tiene nada que realizar: su vida no le importa ni más ni menos que la de otro. Se contenta con vivirla, y encuentra en ello verdadero contento, que es la única sabiduría verdadera. “Por mí, amo la vida”, decía Montaigne. Por eso era sabio: porque no esperaba a que la vida fuera amable (fácil, agradable, lograda…) para amarla

La sabiduría, la verdadera sabiduría, no es un seguro a todo riesgo, ni una panacea, ni una obra de arte. Es el reposo, pero alegre y libre, en la verdad. ¿Es un saber? Éste es, en efecto, el sentido de la palabra, tanto entre los griegos (sophia) como entre los latinos (sapientia). Pero es un saber muy particular. “La sabiduría no puede ser ni una ciencia ni una técnica”, decía Aristóteles: se fundamenta menos en lo que es verdadero o eficaz que en lo que es bueno, para sí y para los demás. ¿Un saber? Desde luego. Pero un saber vivir.

Porque el amor propio ha dejado de ser un obstáculo. Porque la mentira ha dejado de ser un obstáculo. Ya sólo queda la alegría de conocer. Ya sólo queda el amor y la verdad. Por eso todos tenemos nuestros momentos de sabiduría, cuando el amor y la verdad nos bastan. Y de locura, cuando nos desgarran y nos faltan.


La verdadera sabiduría no es un ideal, sino un estado, siempre aproximado, siempre inestable (sólo es eterno, como el amor, mientras dura), una experiencia y un acto. No es un absoluto, a pesar de los estoicos (se es más o menos sabio), sino un máximo (y, en cuanto tal, relativo): es el máximo de felicidad, es el máximo de lucidez. Depende de la situación de tal o cual, de las capacidades de tal o cual (la sabiduría no es la misma en Auschwitz o en París)

No es un absoluto, sino la manera, siempre relativa, de habitar lo real, que es el único absoluto verdadero. Esta sabiduría vale más que todos los libros que se han escrito sobre ella, y que amenazan con alejarnos de ella. A cada cual le corresponde inventar la suya. “Aunque podamos ser eruditos con el saber ajeno -decía Montaigne-, sólo podemos ser sabios con nuestra propia sabiduría” (Ensayos, I, 25).

Sabio es quien no tiene necesidad, para ser feliz, de mentirse, ni de contarse cuentos, ni siquiera de tener suerte. Se diría que se basta a sí mismo, y por eso es libre. Pero la verdad es que se basta con todo, o que todo le basta. Eso le distingue del ignorante, para quien todo no es nunca suficiente.

El sabio no tiene amo, pero tampoco dominio, salvo sobre sí mismo; no tiene Iglesia, ni pertenencia, ni apegos, ni adhesiones (no posee lo que ama, ni es poseído por ello). Ni siquiera su felicidad le pertenece: es sólo un poco de alegría en la tempestad del mundo. Se ha desprendido de sí mismo y de todo.

Por eso es quizá feliz: porque no tiene necesidad de serlo. Ya sabio: porque no cree ya en la sabiduría.

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